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ZOOLÓGICOS Y ACUARIOS

“Sólo tienes que mirar a un pájaro en una jaula y preguntarte: ¿por qué los pájaros tienen alas?” ​​  

                                                                                                                                                        Virginia McKenna

 

   Ni para educar, ni para conservar, ni para investigar, los zoológicos no sirven más que para ver a unos animales tristes y deprimidos. Condenados a una vida de reclusión perpetua por el egoísmo de la especie humana. Ser contemplados es el único fin de sus vidas. Jamás podrán correr o vivir en un medio natural​.

   Osos polares a mas de 30º, focas nadando en un pequeño estanque, leones encerrados en una jaula, ... Jamás podremos aprender nada de un animal viviendo encerrado, fuera de su hábitat natural, pero aunque así fuera, no es lícito privar a alguien de libertad y ocasionarle un continuo sufrimiento por el mero hecho de poder ser observado.​
   Muchos zoos poseen sótanos en los que los animales están recluidos la mayoría del tiempo, de forma que sólo salen al exterior en la hora de apertura. Algunos ni siquiera llegan a salir nunca, dado que su aspecto no es “agradable” debido a algún tipo de minusvalía.​


   Cuando Desmond Morris, después de 10 años, decidió dejar su puesto de cuidador de mamíferos en el zoo de Londres, declaró: “... llegué a aprender lo suficiente para saber el daño que se les hacia a los animales al tenerlos cautivos, y simplemente no quise seguir”.​

 


 


   Los acuarios y delfinarios funcionan de la misma forma que los zoos. Allí quedan recluidos de por vida animales acuáticos de todo tipo, con el único objetivo de ser observados.​


   En los acuarios se acumulan todo tipo de peces. Entre los más grandes, tiburones, delfines e incluso orcas o ballenas. La mayoría son delfines nariz de botella, que llegan a tener unos acuarios especializados y que se extienden por todo el mundo: los delfinarios.​


   Los delfines viven en manadas, nadan en libertad unos 150 kilómetros diarios a profundidades de hasta 500 metros. Sin embargo cuando llegan a los tanques y piscinas, han sido separados de su familia y su grupo para siempre,  los ejemplares jóvenes jamás podrán volver a ver a sus madres y y allí vivirán recluidos hasta su muerte. Tan solo podrán nadar en pequeños círculos de unos pocos metros en un agua tratada químicamente, en la que el exceso de cloro les quema la piel y afecta a sus ojos pudiendo incluso llegarles a ocasionar la ceguera. Al verse obligados a vivir en espacios tan reducidos se ven privados de poder utilizar su sistema de “sonar”. Debido a que es su órgano sensorial más desarrollado esto se convierte en uno de los aspectos más dañinos de su cautiverio. Aunque no peor que el adiestramiento a que se ven sometidos con el fin de que realicen determinados trucos circenses, como dar golpes a una pelota con el morro o saltar a través de aros. Para ello el adiestrador debe obtener una total dependencia que se consigue sobre todo con castigos y privaciones de comida.​

 

 


 

   Shirley y Jenny

 Es una práctica muy común entre los zoos intercambiarse animales sin  tener en consideración los vínculos familiares o de amistad que han establecido éstos. En Hohenwald, Tennesee, hay un santuario de elefantes que sirve de hogar a muchos animales maltratados. Shirley era una elefanta que fue requisada de un zoo. Cuando llegó a Hohenwald a la edad de 52 años la pusieron junto a la Jenny, otra elefanta de 30 años. Tan pronto como se encontraron, mostraron signos de una gran alegría, acariciándose sus trompas y gimiendo continuamente. Permanecían continuamente juntas y se negaban a alejarse la una de la otra. Cuando

se recogían en sus establos separados, Jenny intentaba meterse continuamente en el mismo establo. Se decidió investigar el origen de ambas y se encontró que habían vivido juntas en el mismo circo 22 años antes, cuando Jenny tenia tan sólo ocho años. Actualmente siguen siendo inseparables.​

   Keiko, la orca que interpretó la película “¡Liberad a Willy!”

​   Keiko fue capturada cerca de Islandia en 1979, cuando tenía unos dos años.

Fue vendida primero a un acuario de Islandia, después a un parque de

atracciones de Canadá y en 1985 a otro de México. Allí pasaba medio día

actuando para los visitantes y otro medio en un pequeño habitáculo en el que

no podía moverse y donde el agua apenas le cubría el lomo. Sin embargo en

1990 Hollywood estaba buscando una orca para protagonizar la película

“¡Liberad a Willy!” y Keiko fue el elegido. Fue tal el éxito de la película que se

hicieron dos secuelas más. En 1995 la revista Life publicó un artículo en el que

se daban a  conocer las deplorables condiciones en que vivía Keiko, lo que

motivó que se iniciase una campaña a nivel mundial para devolverle su libertad. Con el millonario Craig McCaw y la productora Warner Bross  a la cabeza, se inició una campaña que tomó el nombre de la película.

 

   Para liberar a Keiko fueron necesarios, a parte de las donaciones de Warner y McCaw, cuatro años y más de 20 millones de dólares donados por particulares. Con el fin de aclimatarla a la vida en libertad se le hizo un hogar en Oregón, donde recuperó en poco más de un año una tonelada de peso. En 1998 fue llevada a Islandia y allí se le estuvo entrenando para la vida salvaje. Finalmente la liberaron en julio 2002, sin embargo, y al ser capturada muy joven, Keiko nunca aprendió a comunicarse con las demás orcas. Así, decidieron trasladarla a Noruega y una vez allí se instaló en Halsa, donde permitía que la población interactuase con ella. Murió repentinamente en diciembre de 2003, cuando tenía unos 23 años  (una edad importante para una orca en cautiverio, pero muy corta para una en libertad). Se le hicieron unos servicios fúnebres en el Oregon Coast Aquarium.

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