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CERDOS

   En contra de lo que se suele creer, los cerdos se caracterizan por su limpieza y sociabilidad. De hecho, cuando viven en un medio natural, mantienen siempre limpio el lugar en el que duermen o hacen su vida cotidiana. Su fama de sucios les viene porque suelen embarrarse en el fango, sin embargo esto lo hacen para mantener su temperatura corporal fresca, ya que no poseen glándulas sudoríparas. Pero, desgraciadamente, los cerdos domésticos no pueden desarrollar su vida de forma natural, y los pocos afortunados que lo hacen es en uno de los escasos Santuarios que hay en el mundo.

 


   A las cerdas se les mantiene preñadas o amamantando continuamente,

y se las mete en estrechas jaulas de hierro, sin que puedan darse ni siquiera

la vuelta para acariciar y lamer a sus hijos. Algunos de estos cochinillos le

son arrebatados a sus madres a los pocos días, para servir de comida, dado

lo tierno de su carne.


   Lo normal es que a los seis meses la mayoría de los cerdos sean sacrificados, ya que alcanzan el peso “necesario”. En ese tiempo nunca tocan la tierra, viviendo en jaulas con suelo de metal donde hacen todas sus necesidades. El olor a amoníaco de la orina en estas naves de cría, se hace insoportable, hasta el punto que los trabajadores deben llevar máscaras. Por supuesto, los cerdos no pueden elegir y se ven obligados a inhalar todo ese amoníaco que erosiona sus pulmones, produciéndoles neumonías y otras infecciones pulmonares.

 

 

   Cuando llegan al matadero su estado es tan lamentable debido a las condiciones en que los mantuvieron durante toda su vida que muchos apenas pueden andar. Gail Eisnitz en Slaughterhouses escribe, citando a un operario de matadero: “Todos los mozos utilizamos trozos de cañería metálica para golpear a los cerdos que se hacen los remolones. Y si hay alguno que se intenta escapar, retrasando la entrada de los demás en el tobogán, lo matas a golpes, lo apartas a un lado y cuando tienes un momento lo cuelgas de la cadena”. Las características y la velocidad que se impone hoy en los mataderos industriales imposibilita de hecho interrumpir o parar la cadena de matanza. Si se detecta que un animal no está aturdido completamente (cosa que sucede a menudo) el proceso continua adelante sin interrupción. Los operarios están sometidos a una constante presión para que se mantenga el ritmo. “Mientras mantengas en movimiento la cadena a nadie le importa un bledo lo que hagas para colocar al cerdo en línea. Tienes que poner un cerdo en cada gancho, si no quieres que el capataz te eche la bronca”.

Sundance y Butch​


   En 1998 dos cerdos escaparon de un matadero de Wiltshire, Reino Unido. Consiguieron que no les capturaran durante ocho días y la historia ocupó grandes espacios en los medios de comunicación británicos. Por supuesto, los cerdos no tenían nombre, pero pronto fueron bautizados como los forajidos americanos Sundance (Kid) y Butch (Cassidy), lo que ayudó a que la gente se identificase más con el caso. Cuando un animal está vinculado a un nombre tiene lugar un cambio en la forma en cómo lo percibimos; dejan de ser anónimos como los miles de millones que mueren en los mataderos. Al investigar su pasado se descubrió que habían sido utilizados en laboratorios de experimentación y que ya tenían un pequeño historial de escapistas. En su octavo día de libertad, el periódico Daily Mail los compró y envío un pequeño grupo de rescate al que acompañaban medios de comunicación no sólo británicos, sino también de varios países europeos, americanos y japoneses. Finalmente se consiguió capturar a los dos y fueron enviados a un Santuario.

  La mayoría de los cerdos vivirán encerrados de forma permanente hasta que sean llevados al matadero. Las jaulas son lo más pequeñas posibles, con la intención de privarles de movimiento y que no puedan realizar ningún tipo de ejercicio que les permita quemar calorías, ya que de lo que se trata es de que engorden lo más rápidamente posible. La selección y manipulación genéticas a que han sido sometidos los ha convertido en animales con importantes problemas crónicos en sus huesos y en su fisiología cardiovascular debido al enorme peso que llegan a alcanzar.

 No obstante su vida media, fuera de las granjas industriales, suele ser de 10 a 15 años.

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